¿Sufro depresión postparto?
La depresión perinatal es un tema que con mucha frecuencia permanece oculto detrás de las apariencias de una maternidad que “debe” ser feliz. Se cree erróneamente que la maternidad “debe” ser un proceso fácil y natural para todas las mujeres. El nacimiento de un bebé representa un cambio muy importante en la vida de una mujer, que debe hacer frente a una situación nueva caracterizada por las exigencias de una nueva vida que se le entrega. Se puede generar un sentimiento de impotencia en la mujer, la cual puede creer no estar a la altura.
La maternidad activa en las mujeres procesos psicológicos complejos, necesarios para prepararla a la llegada del bebé y a su nueva identidad como madre.
Se enfrentan con frecuencia con el recuerdo de su infancia, con la relación que mantuvieron con sus padres, tanto en los momentos difíciles como en las situaciones que recuerdan con cariño y aprecio. En ocasiones, tienen que decidir entre poner su carrera profesional en pausa o si continuar con ella, apareciendo sentimientos de culpa. Además, tras el nacimiento se enfrentan al bebé “real” respecto al que “soñaron” o “idealizaron”.
Los trastornos del estado de ánimo en el postparto son divididos en tres grupos: “Baby-blues”, depresión postparto y psicosis postparto.
Varios estudios informan que al menos el 50% de las mujeres experimentan melancolía después del parto cada año y el 15% sufren (con diferente intensidad) depresión. En aproximadamente un 1% de los casos se revela una verdadera psicosis posparto.
Sin embargo, en ocasiones estos trastornos se pueden llegar a subdiagnosticar o confundir.
Hay madres que viven con dificultad o sufrimiento la maternidad y la relación con su criatura. Por tanto, prevenir como sea posible los riesgos de depresión antes del parto, apoyar y cuidar a las madres y a los recién nacidos, son tareas muy importantes.
El término “Baby-blues”, “melancolía de la maternidad” o “tristeza posparto” se refiere a un cuadro clínico leve. Se manifiesta en un alto porcentaje de mujeres entre el 50% y el 80% entre el tercer y el sexto día después del nacimiento. Las madres se sienten de humor variable, lloran y se irritan fácilmente, a veces experimentan ansiedad y miedo de no poder hacerlo, cansancio físico y trastornos del sueño. Sin embargo, no pierden la capacidad de cuidar al bebé recién nacido. Después de algunas semanas, el trastorno tiende a desaparecer, suele remitir entre los 15 o 20 días. El descanso y la compresión de la pareja, familia y amigos cercanos ayudan a superarlo.
En cambio, sucede que, entre la cuarta y la sexta semana, estas sensaciones pueden acentuarse y luego convertirse en una verdadera depresión posparto (también puede ocurrir más tarde). Los síntomas específicos más importantes son: tristeza, pérdida de interés, incapacidad para sentir alegría, sentimientos de culpa hacia el bebé considerado como demasiado exigente, pesimismo, sensación de incompetencia, dificultad de relacionarse con el bebé y posiblemente amamantarlo, desesperación.
A estos se añaden algunos de los síntomas no específicos como: dificultad de atención y concentración, trastornos del sueño, ansiedad, agitación, incapacidad para tomar decisiones. También puede haber síntomas somáticos como: dolores de cabeza, mareos, dolor abdominal y lumbar, náuseas, estreñimiento…
Finalmente, en algunos casos muy extremos (1%) la psicosis posparto puede ocurrir entre la segunda y la sexta semana cuyos síntomas son: delirio, alucinaciones, pensamiento desorganizado, distorsión del afecto. Cuando estos síntomas se vuelven crónicos, existe el riesgo de suicidio o infanticidio.
A menudo sucede que la madre se avergüenza, tiende a enmascarar los síntomas de la depresión tanto como sea posible, tal vez negándoselo. No pide ayuda.
FACTORES DE RIESGO:
a) Estar viviendo un evento traumático como luto, separación, despido, etc.
b) Fases depresivas previas: síntoma de ansiedad, baja autoestima.
c) Antecedentes familiares de depresión en la familia.
d) Un parto con asistencia despersonalizada, en el que no se ha sentido protagonista y que le ha dejado un recuerdo traumático.
e) Un parto seguido de una separación inmediata del recién nacido, por lo tanto, privado de las descargas hormonales fisiológicas para el apego madre-hijo (lo que en términos psicológicos llamamos “impresión”).
f) No recibir asistencia en el puerperio y al comienzo de la lactancia.
g) Soledad: no estar acompañada adecuadamente durante el viaje de la maternidad por parejas, familiares, amigos, servicio médico.
h) Aislamiento cultural (madres de origen extranjero).
i) Condiciones económicas muy difíciles.
Estos factores de riesgo pueden ser fácilmente identificados por las personas o servicios que siguen a la futura madre o a la mujer que ha dado a luz recientemente, y que, por tanto, deben activar mecanismos. El uso de ciertos instrumentos de medición como la Escala de Edimburgo es un cuestionario de autoevaluación junto con una evaluación clínica.
¿Qué puede hacer la madre para protegerse?
- Para reducir los factores de riesgo relacionados con el parto, es útil indagar sobre la fisiología del embarazo, el parto y el puerperio, para poder elegir, a sabiendas y de acuerdo con los deseos, dónde, cómo y con quién quiere dar a luz.
- Vivir el embarazo de la manera más alegre y serena posible. Compartir las emociones y los miedos.
- Permanecer en contacto físico cercano con el bebé en las primeras horas después del parto.
Si aparecen los síntomas de la melancolía del bebé pedir ayuda a personas competentes y especializadas. Recuerda que solicitar ayuda no es una señal de debilidad, es un acto de amor para ti y tu bebé.
