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Ficha
¿Quién realizó el estudio? El psicólogo Walter Mischel (1930-2018) y su equipo de la Universidad de Stanford.
¿Cuál fue la población de estudio? 600 niños-as preescolares de entre 4 y 6 años de edad de una guardería de la Universidad de Stanford.
¿Dónde tuvo lugar el experimento? En una sala de la Universidad de Stanford en la que solamente había una mesa, una silla, un plato con un malvavisco y una campana.
¿Cuándo se realizó ? A finales de los años 60.
¿Qué instrucciones se dieron a los niños-as?
Los niños-as entraban uno por uno en una habitación donde solamente había una mesa, una silla, una campana y un plato con un malvavisco.
El experimentador explicaba al niño-a que debía abandonar la sala e iba a dejarlo solo aproximadamente por 15-20 minutos.
A continuación le indicaba que si quería podía comerse la golosina (el malvavisco) inmediatamente, si lo prefería podía tocar la campana y el psicólogo volvería inmediatamente y podría comérsela, pero si lograba no comerse el malvavisco y esperar a que regresase el psicólogo, a su vuelta como recompensa obtendría dos malvaviscos por su espera.
¿Qué pasó?
Como ya podéis imaginar:
a) Algunos niños-as se comieron el malvavisco inmediatamente.
b) Otros niños-as buscaron y encontraron una distracción. Algunos se tapaban los ojos, otros apoyaban la cabeza en los brazos, también cantaban, hablaban solos, jugaban con sus pies y manos, todo para distraerse, buscaban técnicas para desviar los ojos del malvavisco.
c) Hubo quienes lamieron el malvavisco incluso dieron pequeños mordiscos en el borde esperando que el experimentador no se diese cuenta, no lo notase y no los descubriese.
d) Solamente un 30 por ciento de los niños-as aguantaron el tiempo requerido y ganaron como recompensa el segundo malvavisco.
¿Por qué hacer todo esto?
El experimento de malvavisco es un estudio longitudinal, es decir, el psicólogo Walter Mischel llevó a cabo en el tiempo un seguimiento con los padres de los niños-as que participaron en el estudio, con el fin de confirmar si lo que se evaluó correspondía o no con las hipótesis que él y su equipo se habían planteado desde el inicio.
¿Y qué hipótesis eran éstas?
Lo que el psicólogo Walter Mischel quería poner de manifiesto con este experimento era si aquellos niños que son capaces de aplazar las rescompensas, esperar con paciencia y autocontrol son más propensos al éxito personal.
De hecho, el psicólogo Mischel en el seguimiento que llevó con los padres de estos niños-as encontró una asombrosa correlación:
- Aquellos niños-as que tuvieron dificultades para retrasar la gratificación (y se comieron el malvavisco inmediatamente), tenían tasas más altas de obesidad y niveles de rendimiento académico inferior.
- Los niños que esperaron para recibir la recompensa y comerse dos malvaviscos, tenían un índice de masa corporal más bajo y puntuaciones más altas en pruebas estandarizadas de rendimiento académico.
MUCHO CUIDADO
Ojo, porque ante dichos resultados el mismo Mischel aconsejó mucha cautela:
La idea de que su hijo esté condenado al fracaso si elige no esperar y obtener un segundo malvavisco es realmente una mala interpretación.
Se repite el experimento
Un equipo dirigido por Stephanie M. Carlson de la Universidad de Minnesota y publicado en la revista Psychological Sciencie (2018).
Los autores de este estudio han podido concluir:
Aunque los niños-as de hoy viven una etapa de gratificación instantánea, los resultados muestran que ahora los niños-as esperan más tiempo para conseguir la rescompensa respeto a los niños de los años 60.
De hecho los niños de hoy en día esperan un minuto más respeto a sus padres, y dos minutos más respeto a sus abuelos.
¿Cómo es posible que pueda ocurrir algo así?
Stephanie M. Carlson y su equipo concluyen que:
- Hay un aumento en el pensamiento abstracto, a pesar de que pudiésemos pensar lo contrario, la creciente presencia de dispositivos digitales en la vida diaria de los niños ha contribuido a que adquieran antes el pensamiento abstracto.
- En la actualidad, hay más peso en la educación temprana. Se inscribe antes a los niños en la educación preescolar (en 1968 solamente el 15% de los niños entre 3-4 años asistían a la educación preescolar).
- Hay cambios en la crianza de los niños-as, en la actualidad, se tiende a incentivar más a los niños-as. El ambiente y los factores sociales juegan un rol importante en la capacidad de adquisición de la capacidad de autocontrol.
Aunque Stephanie M. Carlson y su equipo advierten que necesitan investigar más en poblaciones más diversas para examinar la generalidad de dichos hallazgos.
Por tanto, el autocontrol no es solamente un rasgo genético podemos entrenarlo y desarrollarlo.
Entrenar el autocontrol
El autocontrol, el tener dominio sobre uno mismo, no perder los estribos en cualquier momento, es una habilidad que puede ser entrenada.
La infancia es una etapa importante para sentar las bases, los pilares de esta valiosa habilidad que aportará importantes beneficios al niño-a tanto en el presente como en el futuro.
¿Qué conductas pueden presentar los niños-as que carecen de autocontrol?
Algunas de ellas son:
a) Querer ser el centro de atención.
b) Montar rabietas cuando quieren algo y no se les da.
c) Les cuesta mucho estar concentrados.
e) Les cuesta respetar los tiempos en actividades de grupo.
f) Interrumpen a otras personas cuando están hablando.
¿Qué podemos hacer?
A partir de los 6 años los niños ya pueden aprender a conocer algunas estrategias que pueden ayudarles a lograr el autocontrol, es importante:
- Intentar que los niños-as decidan desde la calma.
- Intentar que aprendan a controlar los impulsos, ya que con ello, les estamos enseñando a planificar y organizar su conducta.
- Influirles positivamente sobre la autoestima y el autoconcepto.
Por ellos debemos:
- Ser capaces de reconocer el estado emocional y detenernos.
- Bloquear el impulso.
- Reforzar, el niño-a debe estar contento por su logro y hay que felicitarlo por ello.
Algunas técnicas que nos pueden ayudar
a) Semos buen ejemplo: enseñemos desde el ejemplo, si deseamos que nuestros hijos-as sean pacientes demos ejemplo. Nuestros hijos-as nos observan todo el día.
b) Fijemos horarios y rutinas: si el niño-a sabe que solamente podrá jugar una vez termine las tareas, le estamos dando un indicador.
b) Enseñemos a reflexionar: podemos utilizar para ello, la técnica del semáforo que ya expliqué en una antigua entrada y os indico a continuación.
Luz roja: alto, para.
Luz amarilla: piensa (alternativas y sus consecuencias)
Luz verde: adelante con la mejor solución
c) Fabriquemos una bola antiestrés: podemos hacerla con un globo y rellenarlo con arroz, lentejas…
La pelota debe ser adecuada al tamaño de la mano del niño, además puede pintarle una cara, ponerle un nombre.
d) Meditemos comportándonos como si fuésemos un globo: el niño puede imaginar que su barriga es como un globo. Se infla y desinfla al respirar. Ser consciente de su cuerpo, sentir la respiración le dará calma.
e) Ofrezcamos un espacio de paz: en algunas escuelas he comprobado personalmente como tienen el “rincón de la paz”, es un lugar en el aula con juguetes, peluches, cojines que incita a la tranquilidad y donde los niños-as pueden recurrir para volver a recuperar el equilibrio emocional.
f) La caja de arena: hay muchos niños que son muy sensibles a nivel táctil. Preparemos una caja con arena que pueden tocar y jugar con ella poniendo juguetes. También podemos utilizar agua, hay niños que se relajan muchísimo jugando con el agua.
g) Técnica de la tortuga: simular que los niños-as tienen un caparazón en el que se ocultan para pensar mejor los problemas y encontrar soluciones.
g) Practicar ejercicio físico: salir a caminar, correr, bailar ayuda siempre a canalizar.
Recordemos dar siempre un refuerzo cuando el niño logre controlarse, es importante darle un refuerzo positivo, decírselo y felicitarlo.
Cuando un niño-a tiene dificultad para controlar sus impulsos, educarle en ello es muy importante.
Os dejo aquí un vídeo en la que podréis visualizar una pequeña réplica del test del malvavisco: