La felicidad
Si te quejas es porque quieres, si sufres es porque te focalizas solamente en las emociones negativas, tu pesimismo te impide triunfar.
Existe un mandato de tener que mostrarnos felices todo el tiempo y si no lo somos debemos aparentarlo.
La fuerte presión por exhibir ser felices nos insta a considerar solo el lado más brillante de la vida, sonreír y vivir siempre con emociones positivas. Reducimos las emociones en positivas o negativas y olvidamos que las emociones son sencillamente emociones.
Por tanto, es momento de quitarle “la etiqueta” a las emociones negativas ser más tolerantes con ellas y hablar simplemente de EMOCIONES. Las emociones negativas no son tan perversas ni tan inútiles, es importante recordar que sin ellas no habríamos sobrevivido como especie.
A propósito de felicidad, la socióloga Eva Illouz y el psicólogo Edgar Cabanas en su ensayo Happycracia (Paidós) analizan esta moda de la felicidad desde una visión en la que prima el factor individual eludiendo los factores sociales.
Los autores advierten que no están en contra de la felicidad, sino con el rumbo que está tomando cuando se manifiesta que la felicidad depende de los propios actos, obviando la influencia de factores que a veces se nos escapan de las manos.
Si tú no acabas siendo feliz la culpa es tuya, no piensas en positivo, no te ríes lo suficiente promueve constantemente la psicología positiva.
Reírse está bien, pero tener buenas condiciones laborales está mucho mejor y no sistemas económicos que empobrecen, precarizan y estresan.
Hablando de felicidad tampoco puede faltar Aristóteles, el primer filósofo que se preguntó qué es la felicidad y qué podemos hacer para convertirnos en personas felices.
En su libro Ética, dirigido a su hijo Nicómaco, hace su famosa apuesta para lograr vivir bien y alcanzar la felicidad, que se basa principalmente en la virtud.
“Sólo hay felicidad donde hay virtud y esfuerzo serio pues la vida no es un juego” (Aristóteles 384 aC-322 aC)
Para Aristóteles el hombre feliz vive bien y obra bien. Está bien consigo mismo y con los demás.
Aristóteles sostiene que la felicidad está ligada con el estilo de vida que se lleva. Este estilo de vida debe ser guiado hacia la virtud y el bueno obrar lo cual se adquiere a través de la razón y del hábito.
Según el filósofo, dentro del ser humano existen dos tipos de virtudes fundamentales: las virtudes intelectuales o dianéticas y las virtudes morales o éticas.
Las principales virtudes intelectuales o dianéticas son las que se adquieren mediante el aprendizaje y la instrucción: el arte, la ciencia, la sabiduría y la prudencia.
Las virtudes morales o éticas perfeccionan la voluntad y facilitan el trato con los demás, las más importantes son: la justicia, la fortaleza, la templanza y la generosidad.
La virtud es pues la herramienta para conseguir la felicidad y se sitúa en el adecuado término medio entre dos extremos viciosos.
Si tomamos como ejemplo “la generosidad”, el término medio estaría entre no ser excesivamente tacaño y tampoco excesivamente derrochador.
La virtud por excelencia es la justicia por la cual los hombres obran justamente, aman las cosas justas y tratan justamente a los demás.
Aristóteles en su obra Política afirma que el hombre es un ser social por naturaleza y sólo se puede realizar dentro de la Polis (la sociedad griega de aquel entonces).
