Tras el desconfinamiento hemos empezado a escuchar en los medios de comunicación el término “Síndrome de la cabaña”.
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Pero ¿qué es exactamente?
No disponemos de un gran número de estudios y literatura de casos sobre este «síndrome». Tampoco aparece ni está clasificado en la lista de trastornos psiquiátricos, por lo que más que un «síndrome» son una serie de síntomas.
El “síndrome” que en inglés se denomina “Cabin fever” se describe en los Estados Unidos de 1900.
Cazadores y buscadores de oro al llegar el invierno quedaban aislados y reducidos durante largos periodos de tiempo en sus cabañas.
En espacios de movilidad reducida, aislados de contacto, con escaso movimiento físico, con el tiempo, llegaban a desarrollar los siguientes síntomas:
apatía, irritabilidad, inactividad, letargia, angustia, depresión, insatisfacción, dificultad para concentrarse, trastornos del sueño (dificultad para conciliar el sueño o dormir excesivamente), llegándoselas a considerar como personas antisociales.
Es muy probable que hayas sentido algunos de estos síntomas durante el confinamiento.
En general, estos síntomas, deberían desaparecer o disminuir (con el tiempo) a medida que nos «adaptamos» a la «nueva realidad».
En el otro lado, tenemos otra situación absolutamente diferente y es que, no todas las personas han vivido el confinamiento del mismo modo.
Hay personas que han descubierto un “paraíso” durante el confinamiento. Dentro de las paredes de sus casas han encontrado el tiempo para sus aficiones, han podido leer libros, escuchar música, estar más tiempo con la familia y tomarse tiempo para sí mismos. Además, sus hogares se han convertido en fortalezas donde poder «escapar» del virus.
Estas personas podrían mostrarse reacias a regresar a una vida agitada, gobernada por el estrés y las prisas.
Te encuentres en la situación en la que te encuentres (quizás es probable que durante la totalidad de las semanas has pasado de una situación a otra), en tiempos de COVID-19 y para llevar de la mejor manera la desescalada que estamos viviendo, ante este «temor» de encontrarte con la «nueva realidad» (ahora en la calles estamos distanciados físicamente, hay personas con mascarillas, desinfectantes…) es recomendable seguir ciertas pautas:
a) Exponernos progresivamente. No salir a la calle de golpe sino gradualmente.
b) Si nos vamos a sentir más seguros dejarnos acompañar por alguien.
c) Seguir las medidas de seguridad: distanciamiento social, mascarilla, medidas higiénicas hará que nos sintamos más protegidos y disminuirá nuestra ansiedad.
Guardar la distancia social, no implica no mantener un contacto social. Volver a ver aunque distanciados de unos metros a personas queridas, hará que nos sintamos mejor.
d) Trasladarnos mensajes de ánimo y comprensión.
e) No reprimir emociones.
f) Marcarnos rutinas y objetivos a corto plazo.
Si ves que lo que debería regularse de una forma adaptativa no se consigue, ves que persiste y llega a interferir de manera significativa en las actividades de tu día a día, es recomendable que pidas ayuda psicológica.
